Y volvimos sin mas tardanza, precipitados por la ansiedad que marcaba el final del verano. Orquestamos otra función, otro "teatro", con la montaña de telón de fondo. Esta vez era la Dent d'Orlu, orgulloso monolito de granito que se alza desde el amable valle, luciendo la gama de colores mas bella. La ruta era larga y no muy fácil, justo el reto deseado, y hasta allí anduvimos deseosos de experiencia, de novedosa actividad.
Batallemos con placas, fisuras, diedros y regletas hasta asomar por la arista. Atrás quedaron bellos pasajes y difíciles equilibrios, por delante largos paseos entre la sombra y la luz. A lo lejos el punto mas alto y detrás la bajada, larga y llena del sabor del recuerdo mezclado con arándanos y agua de arroyos de montaña.
Tras muchos pasos el fondo del valle, la acogedora comodidad, que nos aguardo sin prisas, omnipresente, rodeando a los humanos en su pulular.
Material: Casi que solo con cintas se apaña la cosa
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